Aunque a veces digo basta en las noches de subasta me la juego hasta ganar.
Siempre cinco para el peso, siempre abrazo, nunca un beso, y ahora ni torta ni pan.
Sólo me quedan recuerdos de ese sueño momentáneo, viejos tiempos de adicción.
A planteos poco cuerdos, al placer del desengaño, a la dulce confusión.
Sólo me queda el consuelo de saberme muy tranquilo, yo ya sé que la peleé.
Me pensaba que era el ciego, me pensaba que era el pueblo, que era el tuerto y que era el rey.
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